"Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.
Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo". San Lucas 6:32-33.
Hace años, sufrí una violación.
Hace tiempo atrás pensé en cómo sería mi reacción al cruzarme con la persona que me agredió.
La primera vez estando en una terraza de un bar en la estación de renfe
de Móstoles, pasó justo por delante de la estación, no pude reaccionar,
símplemente seguí sentada observando como pasó varias veces por delante
de mi.
Lo curioso es que esta persona yo la consideraba de confianza.
Esta mañana al meterme
en el autobús de camino al médico para revisar mis cuerdas vocales para
mis clases de canto me encontré con esta persona al que ya no veo como
mi agresor, símplemente como un ser humano que se descarriló y se
equivocó.
Me sorprendió bastante mi reacción.
Estaba tranquila, como indiferente, como si no hubiera pasado nada... Y eso viniedo de mi es un gran logro.
Me miró (Yo llevaba puestas unas gafas de sol) y me preguntó: ¿Nos conocemos?.
Le respondí: Sí y pronuncié su nombre.
Creo que al oír mi voz, se dió cuenta de con quien hablaba.
Me puse a orar dentro de mi, pidiéndole a Dios que le bendijiera.
La Palabra de Dios dice que debemos perdonar, amar a nuestro enemigos, amar al prójimo.
Eso no significa que este bien que nos lastimen.
Pero yo sé que Dios me está enseñando a amar, sean cual sean la circunstancias.
Al llegar a mi destino, me giré y le saludé, pensando dentro de mi: Ya te perdoné. Que Dios te bendiga.
Estoy aprendiendo que en realidad, cuando uno perdona rompe todas las ataduras del odio acumulado.
"Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso.
Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a
Dios a quien no ha visto?". 1 Juan 4:20.
Todo tiene su tiempo.
¡SHALÓM!.
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